miércoles, 30 de julio de 2014

CONGRESO INTERNACIONAL DE  EVALUACIÓN DE LA FUNCIÓN DOCENTE
UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA
Temuco 5 y 6, Diciembre 2003
http://weichafe.edu.ufro.cl/ciefd/

LA EVALUACIÓN DE LA FUNCIÓN DOCENTE DEBE SER CONSTRUCTIVA

1. HIPÓTESIS
Dado el contexto dentro del cual se realizan las evaluaciones de la función docente, es posible que algunas sean constructivas sólo si se desarrollan como proceso valorativo integral y autoregulativo.

2. QUÉ ES EVALUAR

El enfoque constructivista nos ayuda a revalorar el potencial del error en el proceso evaluativo. El error es una fuente de abundantes posibilidades que puede llevarnos al reconocimiento de las potencialidades del evaluado, pues así podemos ejercitar el aprender a aprender. También puede significar una invitación al desánimo ante el aprendizaje o al temor, dependiendo, probablemente, de cómo ha sido el tipo de interacción. De ahí la exigencia de capacitar al docente en habilidades y actitudes de interacción con el colega y/o con el estudiante: sobre todo cuando se encuentran dificultades para avanzar en el proceso de aprendizaje.
Frecuentemente ocurre que el docente tiene la disposición para enfrentar el error de los estudiantes de manera más creativa, pero no encuentra en su formación aquel repertorio coherente de habilidades para interactuar en esos momentos; pues tal repertorio no surge de la noche a la mañana: hay que adquirirlo y vivenciarlo.
Entonces, ¿Qué es evaluar? Una evaluación se la conceptúa normalmente como un juicio sistemático sobre el valor o mérito de algo:
a)      Por “algo” puede entenderse un proceso, una tecnología, un programa, etc.. En nuestro caso, este “algo” es el desempeño docente, de manera que hablamos de un juicio integral sobre el valor o mérito del desempeño de la función docente.
b)      “Sistemático” significa que no es un mero juicio espontáneo o intuitivo, sino, un ejercicio planificado/organizado que comporta el recurso a algún tipo de método.
En una evaluación, no solo es importante lo que se está evaluando y los instrumentos que se utiliza para ello, sino también el tipo de interacción comunicativa que se construye cuando se evalúa y el contexto de convivencia en la que se transcurre.
Debemos preocuparnos tanto de cuanto queremos específicamente evaluar y de cuáles son los mejores instrumentos para ello, como del tipo de relaciones comunicativas que fluirá con docentes y estudiantes durante la evaluación. La fuerte influencia de una concepción centrada en la medición nos impide postular una visión más integradora de la evaluación. El costo de esa reducción ha sido muy alto y lo pagamos caro, convirtiendo la práctica y el discurso evaluativo en algo tan técnico, tan ambiciosamente objetivo, que se terminan evaporando los sujetos de carne y hueso. Como sostiene Basili y García (1995), el estilo comunicacional – relacional es un factor que afecta al conjunto del proceso de docencia, pero “incide particularmente sobre los momentos de la evaluación: el afecto y la amabilidad del estilo relacional entre evaluadores y evaluados puede estimular o inhibir los procesos mentales que arribarán a la expresión del conocimiento”. Esto nos ubica en la misma línea de preocupación que Encinas nos planteara en torno al clima emocional de la evaluación, que, en lugar de estimular a responder a un desafío, termina por inhibir a la persona.


3. QUÉ EVALUAR?

Si queremos que la evaluación tenga valor constructivo para los implicados en las acciones evaluadoras, es imprescindible el conocimiento, análisis y debate conjunto de las evidencias que afloren durante el proceso de evaluación.
Ahora bien, aquí estamos ante un dilema de carácter ético difícil de resolver: por un lado, el derecho de los docentes a su privacidad y, por otro, el derecho público a saber; o sea, el problema está en cómo compaginar la preservación de la privacidad del profesor y la conveniencia de que los estudiantes sean informados sobre algo que les atañe tan directamente como la acción docente de la que son parte esencial, no sólo como un derecho legítimo, sino, y sobre todo, como la única posibilidad de poder participar racionalmente en el análisis conjunto de las situaciones del proceso pedagógico que tiene lugar en las aulas y fuera de ellas.
La salida no está en optar por una posición extrema, sino en reconocer el proceso del desempeño docente como responsabilidad común de profesores y estudiantes que han de potenciar comunidades de aprendizaje mutuo. Desde esta óptica, la privacidad como mezcla de lo personal y lo profesional deja de tener sentido situándose el análisis de toda acción evaluadora en el ámbito público del aula, donde las responsabilidades y actuaciones son, inevitablemente, cooparticipadas y de dominio público.
Ello nos sitúa en la necesidad de precisar qué funciones debiera cumplir un proceso de una buena evaluación del desempeño profesional del docente:
a)      Diagnóstico: La evaluación profesoral debe caracterizar el desempeño docente en un período determinado, debe constituirse en síntesis de sus principales aciertos y desaciertos, de modo que le sirva a la Autoridad, jefe de área y a él mismo, de guía para la derivación de acciones de capacitación y superación que coadyuven a la erradicación de sus desaciertos.
b)      Instructiva: El proceso de evaluación debe producir una síntesis de los indicadores del desempeño docente. Así, los actores involucrados en dicho proceso, se instruyen, aprenden del mismo, incorporan una nueva experiencia de aprendizaje laboral.
c)      Educativa: Existe una importante relación entre los resultados de la evaluación docente y las motivaciones y actitudes de los docentes hacia el trabajo. A partir de que el docente conoce con precisión cómo es percibido su trabajo por docentes, padres, estudiantes y directivos del centro académico, puede trazarse una estrategia para erradicar las insuficiencias percibidas.
d)     Desarrolladora: Como resultado del proceso evaluativo, se incrementa la madurez del evaluado, y la relación interpsíquica pasa a ser intrapsíquica, es decir, el docente se torna capaz de autoevaluar crítica y permanentemente su desempeño, no teme a sus errores, sino que aprende de ellos y conduce más consciente su trabajo, sabe y comprende mucho mejor todo lo que no sabe y necesita conocer; y se libera de sus insatisfacciones consigo mismo, sintiendo la  necesidad de autoperfeccionamiento.
Una de las precisiones esenciales que deben hacerse como parte del proceso de construcción de un sistema de evaluación de la función de los docentes, es la de sus fines, pues sin duda, ésta es una condición necesaria, aunque no suficiente para alcanzarlos.



Es cierto que los métodos de evaluación han sufrido cambios notables. Actualmente en las cátedras se utiliza y practica el proceso de evaluación constante, permanente.

4. FUNCIONES DE LA EVALUACION DOCENTE
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Considerando lo anotado, entendemos que la evaluación docente por competencias está orientada a cumplir las funciones de:
a)      Retroinformación: La evaluación debe dar información a los docentes y estudiantes sobre las características, avances, logros y dificultades que cada uno (o grupo) muestra en el proceso.
b)      Reforzamiento: La evaluación debe reforzar desde dos perspectivas: influir positivamente en la motivación del docente y ayudar a evocar, aplicar y transferir sus conocimientos.
c)      Toma de decisiones: La información que brinda la evaluación docente debe servir como elemento de juicio para tomar decisiones orientadas a optimizar el proceso de aprendizaje.
d)     Autoconciencia: La evaluación docente debe generar un aprendizaje importante para el docente, es decir, la autorregulación, la cual se desarrolla a partir de la conciencia que el docente va adquiriendo sobre cuál es el papel que desempeña en el proceso de aprendizaje, cómo lo orienta, qué logra en dicho proceso y qué dificultades tiene en el mismo. Los resultados de la evaluación docente deben ser reflejo de cada una de las acciones que se desarrolla en el aula con los alumnos, de manera que cada una responda a su finalidad.
e)      Favorecer la comprensión de la práctica docente en el conjunto de la actividad académica y en sus diferentes contextos particulares.
f)       Calidad docente: Pues ofrece una primera aproximación a la calidad de la docencia en el correspondiente centro pedagógico.
g)      Favorece el interés: Propicia la participación y la apropiación del profesorado, individual e institucionalmente considerado, en los procesos de evaluación docente.
h)      Profundidad y rigor: Busca detectar, cada vez con mayor profundidad y rigor, la necesidad de desarrollar la docencia en cada contexto con niveles de calidad aceptables.
i)        Identificar las necesidades de formación: Pues el profesorado debe estar en constante actualización a fin de ofrecer las estrategias más adecuadas para su satisfacción.

5. PARA QUÉ EVALUAR?

Una evaluación interesada en afirmar la autoestima de las personas, que potencia lo mejor de ellas para enfrentar el desafío de aprender, asume el papel que juegan las interacciones, el lenguaje y el diálogo en la convivencia que se construye en el aula.
Para superar una práctica evaluativa que recae en el docente como autoridad cerrada y en las calificaciones como instrumentos disciplinarios, Giroux y Penna (1990) proponen una evaluación cuya fuerza está en su carácter dialógico, interactivo: “ella misma implica un diálogo entre estudiantes y profesores sobre los criterios, la función y las consecuencias del sistema educativo”. En ese sentido, este tipo de calificación dialogada “pone en manos de los estudiantes cierto control sobre la asignación de las notas y al mismo tiempo atenúa la correspondencia tradicional entre calificaciones y autoridad”. Es interesante anotar las posibilidades que se pueden abrir cuando logramos
Explicitar, a tiempo, los criterios de evaluación, sobre todo de aquellos trabajos más exigentes. Más aun, podemos llegar a elaborar, con los propios estudiantes, los criterios de evaluación y proponerles que, basándose en ellos, se autoevalúen o coevalúen entre pares.
En un tono similar, Santos se aproxima a una perspectiva evaluativa caracterizada como “un proceso de diálogo, comprensión y mejora” donde el juicio de valor que la evaluación realiza se basa y nutre del “diálogo y la reflexión compartido de todos los que están implicados directa o indirectamente en la actividad evaluada”. Más aun, el autor nos menciona que “los evaluadores han de hacer viable el diálogo desde actitudes abiertas, sencillas, tolerantes y comprensivas. Asimismo, han de buscar las condiciones (tiempo, espacio, explicaciones, garantías...) en que ese diálogo pueda desarrollase adecuadamente y han de cumplir unos requisitos éticos que garanticen el respeto de las personas”. (1993).
La posibilidad que abre el diálogo sobre la evaluación con los alumnos y demás actores, considerando para ello las edades respectivas, marca un clima comunicacional diferente y genera condiciones para desmitificar la evaluación, tornarla más transparente y graduarle espacios de corresponsabilidad entre profesores y estudiantes. Ello demanda, por cierto, una actitud de madurez creciente entre ambos para que los diálogos no se conviertan en una suerte de facilismo evaluativo, a cambio de asegurar el orden y la disciplina del aula o buen clima de amistad con el docente.
“La evaluación profesoral no debe verse como una estrategia de vigilancia jerárquica que controla las actividades de los profesores, sino como una forma de fomentar y favorecer el perfeccionamiento del profesorado, como una manera de identificar las cualidades que conforman a un buen profesor para, a partir de ahí, generar políticas educativas que coadyuven a su generalización.
Es inaceptable la desnaturalización de la evaluación como forma de control externo y de presión desfigurado de la profesionalización y formación de los docentes.
Resultaría por tanto sin sentido, apelar a un modelo coercitivo de evaluación profesoral, pues en todo caso las transformaciones educativas deben ser logradas con los maestros y no contra ellos”. (Ponencia presentada por Héctor Valdés Veloz, Cuba, en el Encuentro Iberoamericano sobre Evaluación del Desempeño Docente, Ciudad de México, 23 al 25 de mayo de 2000)

6. CARACTERISTICAS DE LA EVALUACION

La evaluación de la función docente por competencias, debe caracterizarse por ser:
a)      Integral: Porque evalúa las competencias que integran las dimensiones del saber conceptual, saber hacer. saber ser y saber vivir; es decir, se evalúa al docente en su integridad.
b)      Permanente: Sólo una evaluación por competencias permanente es capaz de identificar los problemas y dificultades durante el proceso mismo. La evaluación debe servir al docente para que haga las correcciones y reciba los apoyos necesarios, de modo que al final del proceso no se quede con interrogantes, como generalmente sucede con la evaluación clásica o tradicional.
c)      Participativa: La evaluación del docente por competencias, al ser participativa, integra a todos los agentes educativos que se relacionan más directamente con el proceso. Los propios estudiantes participan directamente en la evaluación docente, no sólo como informadores sino como agentes centrales.
d)     Dual: Pues combina los diversos procesos y los complementa: la formación filosófica, conceptual, objetivos instruccionales; y la práctica en el aula.
e)      Contextual: Dado que la evaluación no puede estar desprovista del contexto en el que se realiza el proceso de aprendizaje y del nivel en el que se inició dicho proceso, puede correrse el riesgo de fallar en su valoración y los juicios que se haga no serán los más acertados. Necesitamos del contexto para entender mejor los resultados y tomar las mejores decisiones postevaluativas.

Conclusiones

El proceso evaluativo por competencias manifiesta que la evaluación de la función docente es un sistema de calidad:
a)      Debe definir el trabajo docente como una dimensión de la calidad educativa (desempeño docente), lo cual debe, a su vez, ser operacionalizado en un conjunto de indicadores. El desempeño de los profesores es un indicador de insumo, el logro educativo de los estudiantes es un indicador de corto plazo (output) y la inserción laboral es un indicador de largo plazo (outcome).
b)      Los resultados de la evaluación del trabajo docente constituyen un insumo fundamental para definir estrategias y programas encaminados a la actualización y superación docente.
c)      Define con precisión el uso de la información resultante de la evaluación del desempeño docente

BIBLIOGRAFÍA

ANSIÓN, Juan (1998) Educación: la mejor herencia. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
ARAY, Julio (1993) El examen, la neurosis de examen y el examen como factor neurotizante. En: Díaz,
Angel (Comp.) “El examen: textos para su historia y debate” México: UNAM.


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